Hospitalidad uzbeka
En las temporadas turísticas, residentes de varios países visitan Uzbekistán, pero solo con los viajeros de habla rusa pueden los uzbekos satisfacer plenamente una de las necesidades más importantes de su mentalidad: el deseo de "hablar de la vida". En Asia Central, a diferencia de lo que ocurriera con el árabe en el este, donde se convirtió en una especie de esperanto, los uzbekos, los kirguises, los tayikos, los turcomanos y los kazajos hablan en ruso, puesto que las lenguas nacionales, que no fueron suprimidas, aportaron sus peculiares notas a un idioma común que pudo mantener su pureza.
Desde cualquier ciudad rusa de la que, provenga el visitante, su interlocutor uzbeko será capaz de encontrar un nexo que los relacione: un pariente cercano o lejano, un amigo, un conocido o él mismo si alguna vez estuvo allí. A muchos turistas de Rusia también les invade la nostalgia de una juventud pasada en Uzbekistán . Y aunque al principio se encuentren con paisajes urbanos, mercados europeos limpios y una gran cantidad de automóviles extranjeros en las carreteras, una vez que se sienten en compañía en una pequeña y antigua casa de té, será cuando comprendan que sus viejos amigos no han cambiado en absoluto y siguen siendo tan hospitalarios, generosos y acogedores como siempre.
Quienes no han estado en Uzbekistán antes y se encuentren influidos por estereotipos, se sorprenderán al ver las bellezas locales modernas, la gran cantidad de clubes nocturnos y al disfrutar de precios tan atractivos. Más tarde, recordarán cómo no sólo se les mostró el camino, sino que también fueron llevados, acompañados, agasajados con tortillas de la panadería y manzanas del jardín, e invitados a tomar el té. Con el tiempo, los coloridos nombres y los hechos históricos narrados por el guía se borrarán de la memoria de los viajeros, pero el olor dulce del melón y el aire de la hospitalidad, inherente a esta tierra, seguramente serán recordados y permanecerán con ellos para siempre.
La hospitalidad de Uzbekistán no es ostentosa ni va dirigida a complacer o a obtener ganancias. Lo llevan en la sangre, en los genes, y el visitante será el interlocutor más deseado, a quien es interesante escuchar e invitar.